La tierra comestible de Los Andes.

Estudios arqueológicos y antropológicos muestran evidencias de consumo de por lo menos 24 tipos de tierra comestible por parte de los pobladores andinos, con tierras que incluyen un grupo de filosilicatos, otro grupo de tierras sódicas y de calcio, uno de minerales sulfurosos y otro compuesto por hierro y sales de cobre. Casos documentados en algunos sitios prehistóricos de Los Andes han evidenciado su uso como complemento alimenticio o como medicina para ciertas dolencias desde hace por lo menos 5.000 años.

Aunque no se tienen registros o investigaciones acerca del origen del consumo de tierra por parte de los pobladores andinos, se sabe que el consumo de arcillas fue muy usual en pobladores de China, Grecia y Egipto. Es posible que la práctica de la geofagia (consumo de tierra) se haya desarrollado en la región andina en conjunto con la práctica del pastoreo de camélidos, al observar que los camélidos silvestres (y posteriormente sus congéneres  domesticados) lamían ciertos sectores de tierra y aliviaban sus problemas estomacales. Lo que los pobladores andinos descubrieron a través de la experiencia hace miles de años es que estas tierras alivian los problemas gastrointestinales relacionados con el consumo de las fitotoxinas encontradas en las plantas domesticadas más importantes de la región (como la solanina en las papas, saponina en la quinoa, lunatina en frijoles, etc.), que irritan el tubo digestivo en humanos y animales.

Las tierras comestibles más importantes en la actualidad son conocidas como p´asa, p´hasa, pasa, passa, p’asalla o phasalla (en aymará) o ch´aco, ch’aqo, ch’aqu, chaco, ch’ako, ch’aquo, chhacco, ch’akko o chachakko (en quechua) y son extraídas de yacimientos ubicados en Bolivia (Achocalla, Mocomoco y Santiago de Andamarca) y Perú (Ácora, Asillo, Azángaro y Tiquillaca). Al ser arcillas minerales, presentan una serie de nutrientes como calcio, potasio, hierro y magnesio, lo que hace de ellas un buen complemento alimenticio pero es recomendable tener cuidado con su consumo pues si no están adecuadamente purificadas podrían contener algunos elementos  tóxicos para la salud humana.

Son muy ricas en filosilicatos hidratados (esmécticas, caolinitas, cloritos e illitas) por lo que, después de ser purificadas, ayudan en la absorción de toxinas, mejoran el aprovechamiento de nutrientes y son un eficaz remedio para cuadros de diarrea. Por su alcalinidad, regularizan el PH sanguíneo, reducen la acidez gástrica y protegen la mucosa intestinal.

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