Una gran fuente de energía.

La región andina es el lugar de origen de un gran número de especies vegetales que fueron domesticadas por civilizaciones antiguas desde épocas prehispánicas. Tal es el caso de la papalisa (Ullucus tuberosus caldas), tubérculo perteneciente a la familia basellaceae de la especie ullukus cuya subespecie silvestre (aborigineus) sería originaria de Bolivia, Perú y el norte de Argentina mientras la variedad genética cultivada (tuberosus) actual indicaría que su cultivo se inició en la región de los Andes Colombianos.

También conocida como ulluco, olluco, ullucu, tuna ullush, uljucu, ulluma, melloco, tiquiño, mucuchi, michuri, chigua, ulluca o chugua, el consumo de la papalisa se inició hace unos 5,500 años en las zonas altas de la Cordillera de Los Andes y, gracias a su agradable sabor, gran versatilidad gastronómica y resistencia a diversas plagas, se expandió hasta ser en la actualidad uno de los cultivos más extendidos de Sud América siendo producido en Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador y, en menor cantidad, en Argentina, Chile y otros países.

Con un bajo contenido calórico, la papalisa constituye una buena fuente de carbohidratos y glúcidos energéticos, es rica en vitamina C y aporta calcio, fósforo, hierro, azúcar y proteínas. Se recomienda para dar energía al cuerpo y sus propiedades medicinales para la cicatrización de lesiones debido al acné son reconocidas. La medicina tradicional le atribuye virtudes para el tratamiento de enfermedades cardiacas, destaca su valor para combatir jaquecas (aplicando rodajas con un poco de sal en la cien y la frente), y es común el uso de fomentos calientes con el cocimiento de los tubérculos para aliviar dolores del reumatismo y la gota.

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