LA AJIPA
Nutritiva raíz andina en riesgo de extinción.
La ajipa (Pachyrhizus ahipa), también conocida como asipa, achipa, ahipa, villu, huitoto, chuin o jíquima, es una leguminosa nativa de las laderas orientales de los Andes. Caracterizada como una planta herbácea semierecta anual, crece entre los 800 y los 2.600 m.s.n.m. (aunque también se han registrado cultivos a más de 3000 m.s.n.m. y por debajo de 500 m.s.n.m.), en el límite entre tierras templadas y tierras frías, con un clima semiárido y temperaturas promedio de 16°C a18°C. Tolera periodos de sequía y suelos pobres en materia orgánica, y es resistente al ataque de ciertas plagas por la presencia de compuestos insecticidas en sus hojas y semillas. Se cultiva con frecuencia en terrazas de ríos, sobre suelos con buen drenaje y textura arenosa o limo-arenosa (evitando aquellos muy arcillosos) y
Aunque no hay registros de plantas indudablemente silvestres, se ha establecido que la ajipa es fruto de la tecnología agronómica de los indígenas andinos (particularmente en los Valles Interandinos y Yungas de Bolivia, Sur de Perú y Noroeste de Argentina) quienes dieron gran importancia a su cultivo en el periodo precolombino, como dan cuenta los hallazgos arqueológicos de restos de raíces en enterramientos humanos y las representaciones en cerámica y bordados de distintas culturas. Pese a ello, en la actualidad su cultivo es marginal y se realiza únicamente en pequeñas parcelas principalmente debido a los cambios culturales sufridos por las comunidades indígenas desde la conquista de América y a los efectos de la globalización que relega algunas espacies nativas en favor de especies introducidas. Esto ha llevado a que la ajipa enfrente un elevado riesgo de extinción.
Útil para la alimentación tanto humana como animal, el principal interés de esta planta radica en su dulce raíz tuberosa que acumula minerales (nitrógeno, potasio, calcio, fósforo y hierro), fibra, proteínas, carbohidratos, azúcares y almidón, y tiene un importante contenido calórico por lo que constituye una excelente fuente energética. Sus semillas son ricas en proteínas (lo que abre un potencial empleo como suplemento para alimentación animal), almidón, azúcares, minerales y aceites ricos en γ-tocoferol y ácido palmítico (lo que le confiere un alto interés para la industria). Sus vainas presentan una elevada concentración de proteínas, por lo que puede constituir un forraje de alto valor nutritivo, y sus hojas presentan rotenona, efectivo insecticida natural biodegradable.
La raíz tuberosa de esta leguminosa es empleada en la actualidad por pequeñas comunidades indígenas que aprecian su sabor dulce y refrescante, y constituye un valioso complemento de la dieta de estas poblaciones que la consumen directamente en estado fresco como una fruta, en jugos, cocinada (mantiene su textura crujiente) o frita. Sumado a ello, la medicina tradicional le atribuye diversos usos medicinales, recomendando su consumo especialmente para combatir la gastritis, acidez estomacal, úlceras estomacales (protege la mucosa gástrica) y problemas renales, aunque por su alto contenido de almidón su consumo no es recomendable para diabéticos. La cocción de la raíz es usada como diurético, la pasta de la pulpa (fresca molida y calentada en aceite de almendras) se usa para aliviar afecciones de la piel, y la cáscara de la raíz deshidratada y pulverizada se utiliza contra la rinitis y el dolor de cabeza.