EL CHORIZO CHUQUISAQUEÑO
La historia de una tradición gastronómica.
A lo largo de la historia se han producido singulares mestizajes cuyos resultados han pasado a ser parte de la identidad cultural de regiones, pueblos y naciones. Tal es el caso del tradicional “chorizo chuquisaqueño”, un tipo de chorizo criollo que se ha transformado en un plato típico de la gastronomía boliviana pese a ser un producto de origen alemán.
Cuenta la leyenda que allá por 1870, después de trabajar por un tiempo con una familia alemana de quien aprendió a elaborar embutidos, una emprendedora llamada Juliana Saavedra empezó a preparar y vender chorizos ayudada por su hermana Susana, una altiva y hermosa mujer de pollera que se caracterizaba por tener siete lunares en el rostro, motivo por el cual el lugar comenzó a ser conocido como “la siete lunares”.
Hoy, casi 150 años y cinco generaciones familiares depués, el nombre se mantiene y el plato se ha transformado en una deliciosa tradición chuquisaqueña que se sirve antes del almuerzo, en la tradicional “sajra hora” (para muchos bolivianos la “sajra hora” quiere decir “hora maldita” u “hora del diablo”, y hace alusión a esa hora en que el gusanito del hambre muerde el estómago antes del mediodía, haciendo necesario ingerir algo de comida para recuperar fuerzas), acompañado de cerveza negra.
La manera tradicional en que este plato es presentado en el puesto principal de venta de la Siete Lunares (ubicado en el Mercado Central de Sucre, y aún a cargo de descendientes de la familia Saavedra) es en forma de sándwich, poniendo el delicioso chorizo en medio de un pan entero cortado longitudinalmente; con lechuga, cebolla y tomate. También es infaltable el locoto que es servido en un pocillo aparte. ¡Una delicia irresistible!